Ciclismo y la salud mental

La práctica del ciclismo produce beneficios en la condición física. Aunque es poco conocido, también permite mejorar el bienestar mental. Incluso en algunos individuos el deporte llega a ser necesario para sentirse razonablemente equilibrados en otoño e invierno.

Llegó noviembre, final de la temporada para muchos ciclistas. Los profesionales cuelgan sus bicicletas, para descansar merecidamente de los 30.000 km. o más que han realizado desde la primavera anterior. Muchos aficionados (con sólo 5000 km.) también imitan esta conducta, desde luego ayudados por el frío y las inclemencias meteorológicas. Hay quien no nota ningún perjuicio en su salud mental por este parón. Pero otros pasan la época más infeliz del año hasta que con el sol primaveral vuelven a pedalear con los amigos de siempre.

Espero que este artículo les ayude a entender algunas de las razones y les sugiera ideas para el próximo otoño e invierno. La felicidad que nos produce pedalear tiene muchas explicaciones: el descubrimiento de paisajes y rutas nuevas, el pedalear con personas de tu agrado, tal vez la superación de los retos que uno se ha marcado o ganar competiciones en caso de los mejores. Desde un punto de vista psicológico hay distintos aspectos que merece la pena remarcar: la sensación de libertad, de escapar a la rutina y al estrés son muy beneficiosas.

Por otro lado, el aspecto socializador y de reto personal. En cualquier caso, la sensación de control del propio cuerpo, de cuidar de él, de mejorar nuestra autoestima son importantes. Un beneficio poco reconocido es el factor diferenciador que nos da el pertenecer a tal o cual grupo, sea de ciclistas o compañeros de cualquier deporte. También desde un punto de vista biológico hay otros aspectos cada vez mejor conocidos. Todos los lectores saben que el “tono vital” y el sueño cuando se practica nuestro deporte es mucho mejor y están de mejor humor.

Probablemente conozcáis alguien que ha tenido que cesar súbitamente de entrenar, ya sea por lesión u otra causa. Quizás vuestro amigo se ha vuelto desganado, irritable, inquieto, a veces deprimido. Sin ir tan lejos, probablemente a algún lector le ha indicado su familia en alguna ocasión “!vete con la bici un rato a ver si te cambia el humor!”. Realmente la felicidad es más un estado de nuestro cerebro que la posesión de los bienes materiales. Pero… ¿qué hace en él cerebro la bicicleta? Lo describiremos basándonos en cuatro aspectos, aunque probablemente haya más.

SECRECIÓN DE ENDORFINAS
Las endorfinas son sustancias naturales que fabricamos durante el esfuerzo físico. Tienen un efecto tan poderoso en nuestro cerebro que son las responsables de nuestro control del dolor, son sustancias opiáceas naturales. Moléculas del placer. Por aquí hay que buscar una explicación de la “dependencia” respecto al deporte.

Los deportistas disfrutan de un nivel de endorfinas generosamente más elevado que la población sedentaria. Se consiguen a base de duros esfuerzos, pero proporcionan posteriormente una agradable sensación. Tal vez hayáis sentido al cabo de unos minutos de acabado un esfuerzo físico una sensación de gran bienestar, casi de euforia, aunque no hubiera expectativas de ninguna marca personal: es una vitalidad inexplicable y de la que uno mismo es el primer sorprendido: hay más endorfinas en tu cerebro.

La potencia de las endorfinas puede entenderse si se piensa en el efecto tan poderoso de sustancias como la cocaína o de la morfina. ¿Por qué la morfina es una droga y no lo son los otros millones de sustancias que nos rodean? Pues resulta que para estimular nuestras neuronas hace falta que sustancias muy específicas se fijen en sus receptores. Si la morfina y otras sustancias (como las endorfinas o la heroína) hacen diana en estas células ha de ser por su parecido con alguna sustancia cerebral natural. La existencia de estas hipotéticas sustancias cerebrales fue comprobada hace años, siendo bautizadas como “endorfinas” por sus efectos homologables a los de una morfina endógena.

Puede parecer inmoral o ilegal, pero nosotros mismos nos fabricamos las drogas que necesitamos en el propio cerebro, presumiblemente para hacer más llevadero el dolor y para sentir sensaciones placenteras. Es frecuente que se noten más las endorfinas en los deportes de resistencia que practicados intensamente producen fatiga, sobre todo si involucran grandes masas musculares. Además, el ciclismo tiene algo especial que permite practicarlo varias horas día tras día, debido a la ausencia de impactos que sometemos a nuestro cuerpo en otros deportes, donde la carga de trabajo debe ser menor.

Con las endorfinas puede producirse una cierta tolerancia: es decir, que el mismo entreno produce cada vez menos efecto, por lo que hay que aumentar el kilometraje o su intensidad. También puede suceder la dependencia: aunque parece increíble, podemos llegar a depender de una sustancia que nosotros mismos fabricamos.

Tal vez la frecuencia con la que entrena sabiendo que puede ser contraproducente –por tu estado de salud, por una lesión- sea un argumento para reflexionar si es o no “dependiente” de ellas. Síndrome de abstinencia: la falta de endorfinas (de ejercicio) hace que disfrute menos de su vida. Por cierto, no serviría de nada comer endorfinas (se digieren).

MÁS SEROTONINA: CONDICIÓN DE FELICIDAD

En la época del Prozac, el famoso antidepresivo, mucha gente ha oído hablar de la serotonina, que es uno de los 30 neurotransmisores cerebrales. Al parecer, la serotonina de cierta zona del cerebro regula nuestro estado de ánimo, de manera que a la gente deprimida se la medica para que dicha sustancia aumente.

¿Qué hace el ciclismo?. El tema es complejo, pero se sabe con absoluta certeza que el deporte es un buen antidepresivo así como un buen ansiolítico. El mecanismo de acción, aún no del todo claro, podría ser el siguiente: para fabricar la serotonina el cerebro usa el aminoácido más raro de la dieta, el triptófano. En la sangre hay serotonina, pero la barrera que protege al cerebro no la deja entrar, de manera que el cerebro ha de importar directamente la ‘materia prima’, el triptófano, para fabricar en su interior la serotonina, el neurotransmisor del bienestar.

Ahí es donde interviene la bicicleta, pues, como veremos, nos permite entrar más triptófano al cerebro que a las personas sedentarias. La razón es que la barrera que protege al cerebro tiene una especie de puestos fronterizos para dejar entrar los aminoácidos, y el triptófano tiene que competir con otros aminoácidos más, con el resultado de que el triptófano entra con dificultad, y probablemente en unas persona más lentamente que en otras (tal vez una parte de las que siempre están de buen o mal humor se deba a ello).

Muchos lectores recordaran que cuando practicamos un deporte de resistencia, como el ciclismo, los músculos llegan a consumir algunos aminoácidos de nuestras proteínas musculares y de la sangre. Por suerte. el triptófano no les gusta apenas como alimento a los músculos, pero en cambio los aminoácidos preferidos por la musculatura son los ‘rivales’ del triptófano para entrar en el cerebro, que de esta manera son eliminados en gran cantidad de la sangre.

El resultado es que después de un largo esfuerzo en bici el triptófano, sin tanto competidor, entra con más facilidad en tu cerebro y fabricará más serotonina, el antidepresivo natural con el que lo obsequias en cada salida larga.